No hay forma de saber a ciencia cierta dónde, cuándo y cual pudo haber sido el primer ritmo que apareció en el complejo de la música tradicional del Caribe colombiano.

Las referencias que tenemos son los escritos de los cronistas de Indias quienes solían registrar sin profundizar lo que observaban y reseñas de historiadores.

 

No hay registros sonoros ni escritos de la música indígena antes de la llegada de los europeos al Nuevo Mundo, pero se presume que era una música ritual, interpretada para ser danzada donde los principales instrumentos eran los aerófonos de muchas clases que trataban de imitar los sonidos de la naturaleza o los cantos de las aves, sonajeros e idiófonos de efectos  y probablemente instrumentos de percusión.

Técnicamente, la música indígena en su aspecto rítmico tiende a ser regular, es decir, acentúa los tiempos fuertes o dicho de otra forma, es más a tiempo. Contrasta con la música africana que presenta complejidades rítmicas, acentúa los tiempos débiles, uso de síncopas, improvisaciones y redobles.

La llegada del negro esclavo fue determinante. Procedentes de diversas culturas africanas los cuales hablaban más de sesenta dialectos como yoruba, mandinga, yolofo, carabalí, fon, efik, ibo, angola, arará, congo, bantú, etc., en muchos de los casos les impedía comunicarse entre sí.

Se presume que los toques y cantos de LUMBALÚ o “canto y baile de muerto” que en su  esencia consiste en un ceremonial fúnebre, pudo haber sido una de las primeras manifestaciones culturales de las comunidades cimarronas   en el territorio americano:

 

 Iyá ma iché lobi, Changó, Iyá ma iché lobi, Changó

Bobo arayé ori kelé, Iyá ma iché lobi, Changó.

 

Organológicamente intervienen la trilogía de tambores: El tambor mayor, sagrado y alto (2 metros) que se percute acostado llamado “Pechiche “, un tambor mediano conocido como currulao o alegre y un tambor pequeño denominado llamador, percutidos con las manos, tocados por hombres mientras las mujeres se dedican a los cantos responsoriales.

Se tiene referencia de esta tradición cultivada principalmente  en el Palenque de San Basilio (Bolívar) y otras poblaciones aledañas.

 El viejo Batata I, su hijo  Batatita, Paulino Salgado (Batata III), y Graciela Salgado entre otros, han practicado esta tradición que en los últimos tiempos ha venido perdiendo arraigo debido a los cambios culturales y sociales generados por los procesos de la modernidad.

En la provincia de Cartagena entre los años 1599 y 1788 se fundaron alrededor de 33 pueblos negreros de los cuales 21 eran palenques, que en realidad  eran caseríos defendidos por estacadas y trampas construidos por negros cimarrones que huían a escondidas de sus amos. Estas poblaciones se arraigaron especialmente en las riveras del canal del Dique incluyendo los palenques de la Matuna en 1600, San Basilio en 1621 y Matuderé, además de muchos territorios del Bajo Cauca.

Es muy posible que los negros esclavos debido a la rudeza de las jornadas laborales sacaran tiempo por las noches para practicar manifestaciones profanas utilizando su gama de tambores, cantos, danzas y palmoteos.

Ya desde los albores del siglo XVII se conocen festividades oficiales regidas por los calendarios patronales religiosos al igual que festejos populares, en las cuales había música y bebida, lo que podríamos suponer que desde  aquel entonces en las fiestas y regocijos populares se practicaban las danzas y los ritmos musicales que hoy conocemos como música tradicional. Posiblemente estas manifestaciones espontáneas no tenían denominaciones y al transcurrir el tiempo  fueron teniendo su reconocimiento.

Las fiestas de la Virgen de  Nuestra Señora de la Candelaria que se celebran en Cartagena de Indias el dos de febrero, al igual que los cabildos, carnavales, bundes, fandangos, cumbiambas y bailes de pascua contribuyeron a la difusión de estas tradiciones culturales de nuestro Caribe colombiano.

El estudio de las músicas tradicionales hay que abordarlo de una forma integral, es decir, en un contexto macro. La tradición africana en el Nuevo Mundo tiene similitudes en las culturas afroamericanas.

Sabemos por tradición oral, que los  negros africanos practicaban danzas, toques y cantos de origen ritual y profano. Es obvio que la percusión es inherente al hombre africano, lo que probablemente haya dado origen a lo que hoy conocemos como el complejo de los BAILES CANTADOS, que no son más que manifestaciones espontáneas de danza, toque y baile.

El investigador Carlos Arturo Franco Medina en una publicación hecha en la “Nueva Revista Colombiana del Folclor”, cita 16 formas de bailes cantados los cuales clasifica de la siguiente forma:

Primer grupo: Bullerengue, Chalupa, Chuana, Tuna y Fandango Cantado o de Lengua.

Segundo grupo: Complejo de las Tamboras, al cual pertenecen el Berroche, el Mapalé, el Zambapalo y la Guacherna. Al complejo del Chandé pertenecen el Zambapalo y el Son corrido.

Tercer grupo: Pajarito, baile negro y Congo.

 Allí generalmente intervienen organológicamente los instrumentos membranófonos  o tambores de amarre como el tambor macho o llamador, el tambor hembra o alegre que  en algunas poblaciones se le llama currulao, mapalé o porro, tambora o bombo, en algunos casos idiófonos como la guacharaca, las maracas, el guacho y las totumas, canto responsorial o antífona donde una cantaora o cantaor se inspira unos versos improvisados, un coro al unísono le responde un estribillo batiendo palmas a tiempo ya sea con tablillas (gallitos) o las manos, tamboreros que ejecutan toques y un grupo o parejas al ruedo danzando.

Desde luego que faltan muchos ritmos en este complejo cuadro taxonómico. Esto nos permite hacernos una reflexión. ¿Cuántos ritmos tradicionales hay en el Caribe colombiano?, ¿Cuál de todos pudo haber sido el primero?, ¿En dónde se produjo su primera ejecución?, ¿Quién o quiénes fueron los primeros intérpretes? ¿Cuándo se realizó el primer toque?

Ante semejante inquietud lo mejor sería responder que nada sabemos con precisión, que estamos en una posible búsqueda o acercamiento, que ninguno tenemos la respuesta absoluta, que con la participación de muchos profesionales de distintas áreas lograremos hacer algún día un consenso en el cual haya una mejor claridad  y comprensión de estas tradiciones.

Para abordar el  estudio de las músicas tradicionales del Caribe colombiano necesariamente debemos tener en cuenta los aspectos históricos, geográficos, socioeconómicos, étnicos y naturalmente los técnicos o musicales.

 Lo complejo de este análisis es que al tener de referencia la tradición  oral no tenemos cierta confiabilidad en cuanto a la información obtenida verbalmente, pues existen diferencias en terminología de un pueblo a otro, la forma como se determinan las cosas difiere en distintas regiones. Debemos tener presente que todo es dinámico, cambiante e innovador. Muy probablemente como surgieron todos estos aires musicales no se parezcan o tengan algún grado de similitud con lo que hoy en día se cultiva por las presentes generaciones. Posiblemente algunos se conserven muy típicos, pues bien es sabido que los pueblos tienen intercambios culturales, los intérpretes tienen influencias foráneas, las nuevas producciones tienen algún fin comercial, muchas tradiciones se pierden, los antiguos cultores ya van desapareciendo y muchos de los nuevos agregan préstamos culturales creando híbridos experimentales etc.

Todos estos factores hacen que ya no podamos hablar de una música pura, autóctona, sin contaminación, nacional, etc.

 

Técnicamente en cuanto a la métrica debemos precisar que la música tradicional costeña se ejecuta básicamente en tiempos binarios o cuaternarios, es decir en compás de cuatro cuartos (lentos), dos medios (rápidos) y tiempos ternarios a seis octavos.

Podríamos clasificar someramente los aires binarios de la siguiente manera:

Bullerengue, chalupa, la gaita, el porro, la cumbia, la puya, la tambora y sus variantes,  el garabato y otros.

Mientras los aires ternarios o compases de seis octavos se encuentran:

El fandango de lengua, el pajarito, el chandé momposino, el mapalé, el serececé,  y la mayoría de ritmos pertenecientes al complejo son de negro.

Fuentes Referenciales:

Música tropical y salsa en Colombia por Discos Fuentes Ltda.

Música, raza y nación por Meter Wade

Kumbia legado cultural de los indígenas del Caribe colombiano por Gerardo Pombo Hernández

Pérez Herrera, Manuel Antonio. El son de negro. Grafimpresos Donado. Barranquilla, 1996.

Ochoa, Ana María. Músicas locales en tiempos de globalización.

García Canclini Néstor. Culturas híbridas. Grijalbo. Buenos Aires.

Fortich Díaz, William. Con bombos y platillos. Editorial Domus libri. Montería, 1994.

Música tradicional y popular colombiana. Procultura, S. A. Bogotá, 1987.

Por: MANUEL ANTONIO RODRÍGUEZ A .

(Músico pedagogo)

CONTACTOS:  marmusico@hotmail.com  –  Bogotá   Colombia

http://www.musicalafrolatino.com